En Chile, la enfermedad de postcosecha más relevante del kiwi es la pudrición gris, la cual raramente se expresa en precosecha. Se caracteriza por producir oscurecimiento de la epidermis, ablandamiento del fruto y pardeamiento de la pulpa, lo que se traduce en pérdidas directas de este producto.
El término pudrición gris es ampliamente utilizado para referirse a la enfermedad causada por Botrytis sp., un hongo cosmopolita, saprófito y polífago que afecta tanto hortalizas y flores como frutos. En kiwi, los síntomas se pueden expresar en la zona de la inserción estilar, lateral o peduncular, con diferentes modos de infección.
La pudrición estilar está asociada a la infección de los estilos durante floración. Mientras que la pudrición lateral es producida por heridas durante el desarrollo del fruto, por la manipulación en postcosecha o por contacto entre frutos enfermos y sanos durante su almacenamiento. Sin embargo, la pudrición peduncular es más frecuente y está relacionada a infecciones que ocurren en el receptáculo y sépalos en la temporada de crecimiento o conidias que germinan directamente en la herida de cosecha al remover el pedúnculo (Figura 1).
Históricamente, la pudrición gris en kiwi se ha asociado únicamente a Botrytis cinerea Pers.; no obstante, en 2016 se identificó Botrytis prunorum (E. Ferrada & Latorre) causando pudrición en postcosecha. Este último patógeno fue descrito por primera vez en ciruelo japonés en Chile y, actualmente, también ha sido identificado en manzanas, peras y uvas en territorio nacional, además en España y Estados Unidos.
Botrytis prunorum produce síntomas similares a B. cinerea en la postcosecha del kiwi, aunque con menor virulencia, capacidad de esporulación y producción de esclerocios. Ambas especies fungosas han sido identificadas causando pudrición peduncular, lateral y estilar, en una relación de 19:1, siendo B. cinerea la especie predominante y la pudrición peduncular la enfermedad más frecuente (Figura 2). Esto sugiere que la estrategia comercial para la disminución de la pudrición gris debe estar enfocada en el control de la pudrición peduncular causada por B. cinerea.
Se debe tener presente que el inóculo de ambas, Botrytis, siempre está presente en el huerto. Estos hongos pueden colonizar flores, especialmente pétalos, los que se transforman en reservorio de inóculo (Figura 3). Posteriormente, colonizan sépalos y receptáculos, desde los cuales se producirán las conidias que son transportadas por corrientes de aire, infectando frutos cuando las condiciones son favorables.
Además, se ha observado que frutos inmaduros pueden estar infectados tempranamente en el área peduncular, pero sin presentar síntomas. Por lo tanto, es importante verificar estas condiciones y proteger las estructuras florales independiente del estadio de desarrollo del fruto.
En huertos de la zona central, es frecuente encontrar canopias boscosas y densas que generan condiciones ambientales de baja iluminación y ventilación (Foto 1). Si a esto se le agrega la presencia de hojas y flores masculinas senescentes y restos de poda no incorporadas al suelo, aumentan las condiciones para que las infecciones ocurran. Sin embargo, son necesarias condiciones de alta humedad, agua libre y temperaturas templadas para que Botrytis infecte.
Se ha determinado que existe una relación estrecha entre la ocurrencia de eventos infectivos durante la temporada y la pudrición en almacenamiento. Entre la floración (noviembre) y la cosecha del kiwi (marzo-abril) es frecuente registrar temperaturas que propician la infección (14-25° C). Si a ello se le suma la ocurrencia de neblina o lluvias, se generarán períodos de riesgo de infección. Por ello, es importante generar espacios con ventilación que disminuyan el mojamiento de la zona peduncular del fruto.
Complementariamente al manejo de precosecha, las decisiones respecto a la fecha de cosecha y aplicación de tecnologías para el almacenamiento del fruto pueden reducir o incrementar la expresión de síntomas de la pudrición.
La manipulación de frutos debe ser lo más suave posible, evitando generar heridas y golpes en los frutos que, aparte de generar vías directas para la infección por Botrytis, inducen la producción de etileno y promueve el ablandamiento.
La cosecha debe realizarse una vez que se cumplan los estándares de madurez del fruto, como acumulación de materia seca (>16 %) y contenido de sólidos solubles (>6,2 %). Una vez cosechados, el curado o atraso de enfriamiento es recomendado (48-72 h entre 15 y 20 ° C) para permitir la cicatrización de la herida de cosecha y la activación de mecanismos de defensa del fruto, con lo cual se reducen las posibilidades de germinación de las conidias del patógeno y la pudrición peduncular.
Se recomienda que el proceso de enfriado sea mediante la disminución gradual (pasivo) de la pulpa, hasta llegar a una temperatura de mantenimiento de 0° C, ya que se ha observado que el enfriamiento por aire forzado y rápido, aumenta la incidencia de la pudrición. De igual forma, el sobrecepillado, en el proceso de limpieza, genera microheridas en la epidermis que desencadenan la maduración anticipada de la fruta y la disponibilidad de nutrientes en la zona del receptáculo, las que promoverían el desarrollo de la pudrición peduncular.
Respecto a las condiciones de almacenamiento, la guarda en atmósfera controlada (2 % O2 y 5 % CO2) y libre de etileno retrasa el desarrollo de pudriciones, además de aumentar la ventana de comercialización del kiwi, manteniendo hasta por cinco meses la firmeza de los frutos. El embalaje en atmósfera modificada y/o la aplicación de 1-metilciclopropeno (1-MCP) reducen la acción del etileno y extiende la comercialización del fruto; sin embargo, la temperatura debe ser estable para evitar condensación y daños por toxicidad de anhídrido carbónico y/o bajo oxígeno.
Es importante recalcar que las prácticas asociadas al manejo de postcosecha deben adecuarse a los requerimientos de comercialización, entendiendo que el resultado del producto se evalúa por su sanidad, uniformidad de firmeza y capacidad del producto para lograr la maduración de consumo.
Durante años, se han desarrollado herramientas que permitan estimar la pudrición peduncular antes de cosecha, para gestionar apropiadamente métodos de control y tomar decisiones sobre la duración del almacenamiento o la proximidad de los mercados de destino. Estas técnicas se basan en la cuantificación del estado sanitario de las partes florales (BOTMON, Botrytis Monitoring) y hojas del kiwi, pudiendo determinar la incidencia de la enfermedad incluso en febrero, cuando el fruto aun no llega al 5% de contenidos de sólidos solubles.
A diferencia de BOTMON, que se basa en la colonización de sépalos y receptáculos, utilizar la colonización de las hojas como predictor está asociado al sombreamiento (IAF) y cantidad de hojas senescentes bajo la canopia. Esta premisa fue utilizada para la estimación de Botrytis en Nueva Zelanda; no obstante, fue asimilada rápidamente como una herramienta de control en base al manejo de canopia. Ambas herramientas, si bien son laboriosas y requieren de un laboratorio, son útiles para la estimación de la pudrición, aunque su asertividad disminuye cuando se presentan condiciones de riesgo infectivo posteriores a la toma de muestras.
Considerando que las infecciones por Botrytis son constantes y que permanecen latentes durante el crecimiento del fruto, se comparó el sistema BOTMON con el sistema ONFIT (Overnight Freezing Incubation Technique) para kiwi. ONFIT consiste en congelar los frutos para luego favorecer la colonización por Botrytis mediante una cámara húmeda. Los resultados obtenidos con ONFIT lograron discriminar temporadas de alta y baja incidencia de pudrición de forma práctica, sencilla y con un costo más económico que BOTMON.