
Agricultores del país dispondrán de manual sobre uso de plaguicidas agrícolas
07/07/2021
Avellanos: consideraciones para iniciar el huerto del mejor modo
15/07/2021El problema no eres tú, soy yo. Esta cotidiana frase, que parece sacada de un conflicto marital, bien refleja el escenario que hoy enfrentamos con la variedad Lapins, tras la que probablemente haya sido la temporada de cerezas más difícil de nuestra historia como productores y exportadores.
En la gran mayoría de los casos, los resultados comerciales no hacen otra cosa que plantear la polémica respecto de qué es lo que nos depara el destino como productores y exportadores de Lapins, tan preciada variedad en los últimos quince años de historia productiva.
Originaria de Canadá, desde la estación experimental de Summerland, Lapins es el resultado del cruce de Stella y Van, registrándose como año de obtención allá por 1983. Es de floración temprana y con la conformación genética en alelos S1-S4’; este último alelo (S4’) le confiere el don de ser autofértil y dador universal de polen compatible genéticamente con todas las variedades. No así en el grupo de época de floración.
De época de cosecha de media estación, con características para poder adaptarse a distintas zonas agroclimáticas y con compatibilidad con distintos portainjertos. Todo esto da como resultado que productivamente nunca nos deja al debe, incluso en plantaciones más antiguas a densidades bajas (<800-900 plantas/ha).
Su requerimiento de frío es bajo/medio (<800- 900 plantas/ha). Su requerimiento de frío es bajo/medio (>< 600 HF en base a 7,2ºC según muchos autores). Se trata de una planta de hábito de crecimiento vigoroso, árbol fácil de construir, buena respuesta a los distintos métodos de ramificación y buena “relación de amistad” con los distintos sistemas de conducción ofrecidos, sobre todo en el último tiempo.
Su condición de autofertilidad, acompañado de un gran potencial de cuaja (considerando que ser autofértil no es sinónimo directo a alta cuaja), y su conformación de estructuras de madera y protección de yemas con brácteas fuertes y bien formadas, la hacen una variedad bastante tolerante a eventos de heladas de invierno y de inicio de temporada desde yema hinchada a caída de pétalos.
Con buen desempeño en tamaño de fruta, se caracteriza por tener una distribución de calibres hacia las categorías de mayor tamaño cuando la planta tiene un equilibrio reproductivo/vegetativo óptimo y en colores de cubrimiento rojo caoba y caoba oscuro. Buen dulzor, generalmente por sobre los 18º ºBrix en sólidos solubles, buena materia seca, considerando que el límite bajo para este tipo de variedades debiera ser >18%.
En eventos de lluvias previo a cosecha, claramente considerando el contenido de azúcar y el tamaño de frutos, se ha mostrado bastante tolerante (nunca resistente) a las partiduras. No se caracteriza por ser una variedad sensible a enfermedades fungosas que afecten a los frutos con manejos técnicos adecuados.
Si bien para muchos parece ser una característica menor, la apariencia del pedúnculo es buena, no presenta alteraciones desde el punto de vista de desórdenes fisiológicos, de tamaño medio, de buena contextura, nunca delgado y de buen anclaje con la fruta, no caracterizándose por ser una variedad que lo desprenda fácilmente, excepto en situaciones de extrema sobremadurez.
Después de este resumen de sus características vale preguntarse ¿cuál es entonces el problema?
EL CRECIMIENTO EN CHILE
Si hacemos un poco de historia, las primeras hectáreas de esta variedad en Chile fueron plantadas a principios del año 2000, quizá incluso pudo existir algo de superficie anterior a esto. Poco a poco, fue ganando espacio entre los productores de la zona central, en distintas microzonas climáticas, desde valles más tempranos a sectores más fríos y más tardíos, ofertando fruta de buena calidad en Chile desde aproximadamente el 25 de noviembre al 20-25 de diciembre.
Entrada la última década, después de 2010, ya sus características antes detalladas estaban en evidencia y había material vegetal de sobra para poder multiplicar la variedad por parte de los viveros, considerando además que ya no era una variedad protegida por su obtentor y se podría plantar sin compromisos comerciales con nadie. Sin duda se transformó en la variedad más plantada en pocos años.
Ya en el año 2020 se estima (fuente personal) que Chile tiene plantado al menos unas 55 mil hectáreas de cerezo que se extienden desde la IV Región hasta Chile Chico, e incluso Coyhaique. De esta superficie se podría estimar que al menos el 50% de la superficie se distribuye en variedades como Santina, Lapins y Regina, siendo Lapins aún la protagonista.
Durante la temporada que recién pasó, vivimos un evento productivo que al parecer ya comienza a transformarse en un ciclo, en donde reconocemos altas productividades cada tres temporadas. Ya sucedió el 2014, 2017 y 2020, sin embargo en diferentes magnitudes de producción según nuestra historia. Tengamos en cuenta que las producciones a nivel país en estos años fueron 6.800 kg/ ha, 8.700 kg/ha y 9.500 kg/ha respectivamente, considerando sólo la superficie mayor a cuatro años (fuente personal).
¿DE QUIÉN ES LA CULPA?
La variedad, según sus características, ¿tiene o debe asumir la real responsabilidad del resultado comercial de esta última temporada? Mi respuesta definitiva es ¡no! ¿Por qué responsabilizar de estos resultados a la variedad que probablemente ha sido la más exitosa, regular en producción y consistencia en otros parámetros en al menos las últimas diez temporadas en Chile? ¿Dónde está el ajuste de la industria aquí?
Mi análisis personal va en dos frentes: A. Alta productividad y manejos inadecuados de regulación de carga, nutrición y manejos que determinan mala calidad y condición de fruta. B. Ajustada capacidad de proceso por disponibilidad de líneas de embalaje en la época peak de cosecha.
¿Es entonces esta última problemática la responsable? Mi respuesta definitiva también es ¡no! La capacidad de proceso en Chile no puede evolucionar en términos de inversión para poder consumir el gran volumen de Lapins (y además de otras variedades cercanas en tiempo de cosecha) en las dos semanas peak de cosecha en Chile, correspondiente a la segunda, tercera y quizá parte de la cuarta semana de diciembre.
Creo más que es nuestra responsabilidad en el campo, con manejos agronómicos adecuados poder llegar con un muy buen producto a todos los procesos posteriores, industriales y comerciales.
Si hacemos un resumen técnico, hemos propuesto anteriormente poder llevar a cabo una estrategia que permita encontrar el potencial productivo, definido como la maximización de la producción en combinación con la mejor calidad/condición de fruto. Considérese que la búsqueda del potencial productivo es la gran interrogante permanente a la que nos vemos enfrentados todas las temporadas. Este potencial es puro de cada situación y está determinado por innumerables factores entre los que figura tipo de suelo, preparación previa a la plantación, calidad y tipo de planta, manejos culturales en la etapa de formación, diseño y programación del riego y nutrición, entre otros. Todos estos factores pueden determinar este potencial, que en algunos casos puede superar los 20 mil kilos por hectárea, pero en otros con suerte supera (o debiera) superar los 8 a 10 mil kilos por hectárea.
Creo personalmente que ahí estamos al debe en la lectura de los diferentes proyectos en cuanto a este indicador muy importante que puede influir en toda la cadena productiva, industrial y comercial. Los requisitos para esto se resumen en la estrategia técnico/comercial del cuadro 1.

Una buena lectura y estrategia de regulación de carga temprana, teniendo en cuenta el historial del huerto, con el objetivo en producir fruta “super jumbo up”, o concentrada por sobre los 28 mm. de diámetro, puede maximizar la producción en términos de distribución de calibres, así como también mejorar orgánicamente la composición nutricional y de calidad de esta fruta. Por su parte, esto sin duda va asociado a costos más acotados, considerando que al menos el 60% se vincula directamente a la labor de cosecha.
En un resumen concreto: Carga regulada -> + Calibre -> (+) Calidad -> (+) Condición -> (-) Costos directos -> (+) Rentabilidad.
Claramente hay otros factores que influyen en la anterior ecuación como son riego, nutrición, control de plagas y enfermedades, etc., que tienen un impacto sobre el resultado en combinación con aquello.
Si bien lo anterior ya se podría ir transformando en una frase cliché, no deja de ser verdad para considerar sin distinción en cualquier situación varietal, pero claramente se hace mucho más potente su propuesta cuando se trata de una variedad segura de producir, con las características antes detalladas, y sobre el escenario de la superficie y curva de producción con respecto a la oferta semanal y el peak de cosecha y procesos.
Sin duda, hoy enfrentar lo “malo” de una variedad como Lapins, que ha sido noble en términos productivos, amigable con el usuario, friendly y todos los adjetivos que se le asocian, es injusto cuando desde el campo no hemos planteado de mejor forma los manejos básicos para alcanzar o lograr el potencial productivo en cada caso.
Tengamos en cuenta este análisis con la evolución que vendrá a partir de esta temporada para desviar la superficie propuesta para Lapins en otras variedades de los extremos: Santina y Regina… Entonces, ¿el problema es varietal?